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viernes, diciembre 18, 2009

DESGRACIADAMENTE

DESGRACIADAMENTE
Fredric Brown

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Ralph NC-5 suspiró aliviado cuando tuvo a la vista el Cuarto Planeta de Arturo en el espacioscopio, exactamente en el lugar en que el computador le había advertido que lo encontraría. Arturo IV era el único planeta habitable o inhabitable de su ruta y se encontraba a muy pocos años luz del más próximo sistema estelar.
Necesitaba alimento - las reservas de combustible y de agua eran las correctas, pero el departamento de Plutón había cometido un error al cargar comida - y, probablemente, de acuerdo con el manual espacial, los nativos eran amistosos: le darían cualquier cosa que les pidiera.
El manual resultaba poco claro en aquel punto; volvió a releer la breve sección dedicada a los arturianos tan pronto como hubo dispuesto los mandos para el aterrizaje automático.
Los arturianos, leyó, son inhumanos, pero muy amables. Un piloto que aterrice en Arturo IV sólo tendrá que pedir lo que quiere y ellos se le entregarán gratuita, amablemente y sin pedir explicación alguna.
La comunicación con ellos, sin embargo, debe hacerse mediante papel y lápiz, pues carecen de órganos vocales y auditivos. No obstante, leen y escriben inglés con cierta corrección.
Ralph NC-5 intentó decidir que querría comer en primer lugar, después de dos días de completa abstinencia alimenticia, precedidos por cinco de alimentación racionada: hacía una semana que descubrió el error de la carga de comida en las bodegas.
Comidas, maravillosas comidas, pasaban una tras otras por su mente.
Aterrizó. Los arturianos, una docena de seres efectivamente inhumanos - doce pies de alto, con seis brazos y de un brillante color magenta - se acercaron a él; su jefe hizo una reverencia y le tendió un papel y un lápiz.
En aquel instante, supo exactamente lo que quería: escribió rápidamente y devolvió el bloc. Pasó de mano en mano entre los arturianos.
Abruptamente, sintió que le agarraban y que le maniataban. Y que le llevaban hasta una estaca donde los inhumanos apilaban ramas y arbustos. Uno de ellos les prendió fuego.
Chilló en protesta, pero ellos, como no tenían orejas, no pudieron oírle. Gritó de dolor y luego dejó de gritar.
El manual del espacio era muy correcto al decir que los arturianos leían y escribían el inglés con cierta corrección. Pero omitía el hecho de que eran muy parcos de vocabulario: lo último que tendría que haber pedido Ralph NC-5 era un filete a la plancha.


FIN

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