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domingo, octubre 17, 2010

CHILE , UN GRITO AL MUNDO : ESPERANZA Y VIDA



“Estamos bien"



“Le sirvo el turno como habíamos acordado el día en que tuvimos la primera conversación. Espero que esto nunca más vuelva a ocurrir. Gracias a todos”, le dijo Urzúa al presidente chileno, Sebastián Piñera, quien lo esperaba al salir de la cápsula que los transportó a través de un ducto desde los más de 600 metros de profundidad.
“Recibo su turno y lo felicito porque cumplió con su deber saliendo de último, como un capitán; nos sentimos orgullosos de todos y cada uno de los mineros”, le respondió el mandatario.
Urzúa, topógrafo y jefe de turno el 5 de agosto último, cuando se produjo el derrumbe, emergió casi 22 horas después de que fuera rescatado el primer minero: Florencio Ávalos.
Con la salida de Urzúa, las bocinas de los camiones y las sirenas de las máquinas de rescate en la mina San José anunciaron el fin de la operación.
Chile entero se unió a la celebración. Las campanas de las iglesias repicaron, la gente se echó a las calles, y en Copiapó, la ciudad vecina a la mina, la fiesta era mayúscula.
Apenas Urzúa llegó a la superficie, los seis socorristas mostraron desde el fondo de la mina una pancarta que decía “misión cumplida”. Ellos salieron después.
Artífice del rescate
En medio de las celebraciones, uno de los que más se emocionó fue el jefe de las operaciones de rescate, el ingeniero André Sougarret, quien fue el artífice de este esperado parto de la tierra, y que a veces no lograba contener las lágrimas al ver el nacimiento, uno a uno, de sus “33 hijos”.
Los abrazos de los mineros con sus familiares iban acompañados de sollozos y suspiros que parecían haber estado guardados por mucho tiempo entre el cuerpo y el alma.
Todos los rescatistas eran esperados con ansiedad, pero quien se robó la película fue Mario Sepúlveda, de 39 años, el segundo en salir, quien al emerger, con voz enérgica, gritó: “¡Viva Chile!, mismo grito que empleó el presidente después de la salida de Urzúa.
“Siempre supe que Dios nos iba a sacar”, expresó Sepúlveda.
El derrumbe de toneladas de rocas en la mina ocurrió el 5 de agosto último en la minera San José, en pleno desierto de Atacama, 800 km al norte de Santiago, cuando los 33 mineros —32 chilenos y un boliviano— se preparaban para abandonar la faena, a 700 metros de profundidad.
Afuera las familias nada sabían del paradero de sus seres queridos, hasta que el 22 de agosto una de las perforadoras, usada normalmente para buscar mineral, halló vida.
Después de 17 días, el 22 de agosto, una sonda halló a los mineros y emergió de las profundidades con un mensaje que se convirtió en el mejor titular del mundo: “Estamos bien, en el refugio, los 33”.
Desde ese momento se inició una titánica tarea para mantenerlos con vida y enviarles, a través de estrechos ductos y a más de 700 metros de profundidad, alimentos, medicinas, ropa y esperanza.

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