EL HALLAZGO
La dramática búsqueda de las tres niñas iba a concluir setenta y cinco después de su desaparición.
A primera hora de la mañana del 27 de enero de 1993, Gabriel Aquino González, un agricultor jubilado de 69 años, y su consuegro José Sala Sala, diez años más joven, montaron en la furgoneta y se encaminaron a ver las colmenas. Por delante les quedaban algo más de 20 kilómetros que son los que separan Montroy, la localidad valenciana donde residen, de la Partida de La Romana, un apartado y agreste lugar rodeado de montañas y con un camino de tierra que en esas fechas era prácticamente intransitable.
La mitad del recorrido era por carretera asfaltada. Había que llegar hasta la cercana localidad de Catadau y allí coger el desvío que iba hasta las urbanizaciones del pueblo. Pero, en cuanto se pasaba el último chalet la carretera se convertía en un camino de tierra y piedras, lleno de curvas y siempre cuesta arriba, atravesando montes totalmente deshabitados, en el que muchas veces se les había quedado la furgoneta embarrancada y habían tenido que empujar. Eran más de 9 kilómetros de un camino casi infernal.
Conduciendo en primera y en segunda, tardaron algo más de 50 minutos en llegar. Eran cerca de las diez de la mañana cuando aparcaron el vehículo al final del camino, donde ya no era posible seguir más puesto que comenzaba un barranco. Allí mismo, pegadas al camino y junto a una caseta semiderruida, estaba la fila de colmenas.
El paisaje era impresionante, ya que dada la altura se divisaban varios kilómetros a la redonda, en los que únicamente había tres construcciones, la casa existente junto a las colmenas y otras dos un kilómetro más abajo junto a un barranco.
Hacía frío y el viento era lo único que turbaba un silencio casi desolador. Los colmeneros decidieron esperar a que calentara un poco el sol antes de abrir las colmenas. José se sentó tranquilamente en una piedra y encendió un cigarrillo. Gabriel, sin embargo, decidió dar un paseo por los alrededores y se encaminó hacia el barranco de La Romana, hacia las dos casetas del fondo. Cogió la única senda existente y comenzó a andar por ella sin rumbo fijo. Se trataba simplemente de dejar pasar el tiempo. Ensimismado, estuvo andando unos veinte minutos, hasta que de regreso a buscar a su consuegro para iniciar la labor, observó algo que le llamó la atención.
"Ché, Pepe, aquí hay algo muy feo". José Sala se levantó asustado ante la extraña llamada de su compañero y aprisa recorrió los ciento cincuenta metros que les separaban. Ante ellos había un montón de arbustos secos, que se notaba que habían sido cortados y arrojados allí como queriendo tapar algo.
"¿Qué es lo que pasa aquí? ¿quién ha meneado la tierra?" Los dos colmeneros observaron como debajo de los matorrales la tierra estaba como más hundida. Sala, más decidido, se adelantó por la orilla y con la ayuda de una espátula , un hierro de los que utilizaban para mover los cuadros de las colmenas, quitó una aliaga, una mata. Debajo, iba a aparecer la más terrible visión de sus vidas: como saliendo de la tierra había un gran reloj plateado y algo parecido al puño de un hombre.
Así se lo contaba al juez, casi cinco años después, Gabriel Aquino González:
"Que es apicultor. Que el día 27-1-93 acudió junto con D. José Sala Sala a las tierras propiedad de su familia en las cuales tenía colocadas unas colmenas para la obtención de miel. Que las citadas tierras así como las dos casetas que en ellas se encuentran son de su propiedad así como del resto de su familia. Que en la época en la que tiene más actividad su profesión es en verano. Que el citado día acudieron al lugar puesto que hacía aproximadamente dos meses o más que no habían estado allí, acudiendo a fin de ver como se encontraban. Que las colmenas en invierno tienen poco mantenimiento y sólo revisan su estado periódicamente. Que hace constar que aunque en el lugar existen algarrobos no se cuidan ni se realiza ningún otro tipo de cultivo. Que no recuerda que en la fecha de los hechos le faltara miel o cera de las abejas. Que las citadas colmenas están colocadas en el citado paraje de "La Romana" aproximadamente desde hace 7 u 8 años. Que tiene un hijo que en la actualidad cuenta 33 años el cual le acompaña en ocasiones a controlar las colmenas. Refiere que en la fecha de los hechos era el señor Sala el que habitualmente le acompañaba. Que durante el tiempo que tiene las colmenas en dicho lugar no ha notado la falta de ninguno de los cuadros de las mismas ni otra incidencia sobre ellas. Que en ese momento no poseía colmenas en otro lugar pero que le consta la forma en que se notaría la sustracción por sus conocimientos como apicultor. Que en la época en que empezaba a ir periódicamente a visitar las colmenas era en primavera. Que no recuerda que en el verano del 92, pasara por el lugar donde fue hallada la fosa aunque cabe la posibilidad. Que en ningún momento en ese verano vio tierra removida ni ninguna fosa abierta. Se hace constar que la frecuencia con la que acudía a su actividad de las colmenas era de 15 días o de un mes.
Que dos o tres años antes de 1.993 existían por la zona toros pero que en la citada fecha y en la actualidad no ha visto nunca animales por la zona. Que debían haber "alimañas", animales salvajes, aunque él no las haya visto. Que ha visto signos y huellas de cerdos y jabalíes.
Que accedía normalmente al paraje con una furgoneta Renault F-46. Que el camino era de difícil acceso. Que cabe la posibilidad de que subieran vehículos que no fueran todo terreno aunque con dificultad. Que sí subían motocicletas pero de moto-cross no de carreras, que en aquella época y en el lugar había bastante caza. Cree recordar que en aquella época ya se encontraba arrendado a la Sociedad de Cazadores de Carlet. Que no le consta que usaran la caseta allí existente. Que la misma tenía la puerta rota por lo tanto se encontraba abierta. Que a dicho lugar no solía subir persona alguna. Que el lugar se denomina Barranco de La Romana y que pertenece en su integridad al término municipal de Tous.
Que llegaron al paraje aproximadamente a las 10 horas y al hacer frío las abejas no salían de las colmenas razón por la cual decidieron hacer tiempo por el lugar para ver si subía la temperatura. Que el declarante mientras el señor Sala se quedaba junto a las colmenas, fue a dar un paseo hasta una de las casetas. Que en un principio de ir hacia ella fue por una senda allí existente pero que al volver cambió de itinerario yendo por un camino hacia la izquierda. Que dicho camino iba a terminar asimismo en la citada senda. Que a unos 10 o 12 metros de donde él se encontraba antes de llegar a la senda vio algo extraño en el camino como si hubieran movido la tierra, existiendo encima leña. Que la leña que cubría la fosa estaba cortada no arrancada porque se podía apreciar por el "corte" que en ella había.
Que le pareció que había como una fosa de dos metros por uno y medio aproximadamente y notó en la tierra que había cedido produciéndose un desnivel cree que por las lluvias caídas en días antes. Que en ese punto llamó al señor Sala e informó de lo que allí había. Que éste se acercó y viendo en el centro un matorral lo apartó con la espátula que portaba momento en el cual vieron un reloj plateado grande y les pareció que asimismo había algo parecido al puño de la mano de un hombre. Que el puño hallado estaba paralelo a la tierra. Que vio como un bulto, que no existía piel pero que él dedujo que se trataba de un puño, y que esto lo dedujo porque vio el reloj, que en caso contrario no lo habría relacionado. Que cuando vi la mano, no miré por alrededor, miré la mano, pillé el montante, vi que no era legal, y le dije a mi consuegro vámonos".
El relato del hallazgo realizado ante el juez por el otro colmenero, José Sala Sala, era algo más breve:
"Que en la época en la que aparecieron los cadáveres se dedicaba a la agricultura y la apicultura. Que no recuerda con exactitud cuando fue a dicho lugar con anterioridad a enero del 93, aunque imagina que sería el mes anterior, puesto que era lo que hacía habitualmente. Que en la época primaveral acudían al lugar cada 8 o 10 días, permaneciendo aproximadamente una hora en el lugar mientras trataba las colmenas. Que nunca ha notado la falta de miel o cera de las colmenas de su propiedad. Que la zona donde fueron encontrados los cuerpos está deshabitada siendo un paraje muy deshabitado al que apenas suben personas, aunque le consta que a veces subían cazadores. Que subían siempre en la furgoneta del señor Aquino. Que durante los meses de noviembre y diciembre suben cazadores por la zona. Que nunca iban a la caseta de la parte baja de la Partida y desconoce si era habitada por alguien. Que desconoce quien es el propietario de la misma. Que desde las colmenas no se puede visualizar las casetas que se encontraban abajo.
. Que para acceder al lugar donde se encontraba la fosa no podía hacerse con vehículo. Que no observó ningún tipo de objeto en las inmediaciones de la fosa. Que con anterioridad no había pasado por el lugar de la fosa. Que para ir a las colmenas no hace falta pasar por la fosa. Que accedían al lugar por un camino o carretera el cual solo permitía circular los vehículos hasta un plano donde se encontraban las colmenas y a partir de ahí y a unos 50 o 100 metros fue donde se encontró la fosa. Que en alguna ocasión y con anterioridad a encontrar la fosa vio aparcado en el plano referenciado con anterioridad algún vehículo aunque no recuerda la marca, color ni modelo. Que no vio a ninguna persona que accediera o saliera de los vehículos citados.
Que sobre las 10 horas subió con el señor Aquino a ver las colmenas. Que como hacía frío esperaron para abrirlas y mientras el declarante se quedó junto a las colmenas el señor Aquino se fue a dar un paseo. Que le llamó diciéndole textualmente: "que había visto algo feo". Que el declarante con un hierro que portaba levantó una rama y ambos pudieron ver un reloj de color plateado grande. Que no se veía ninguna mano.
Que descubierto el reloj una vez apartaron los matorrales el señor Aquino y él estuvieron discutiendo si poner los hechos en conocimiento de la Guardia Civil o bien guardar silencio sobre el tema".
José Sala no había tenido reparos en contarle al juez las dudas que tuvieron. Efectivamente, los dos colmeneros se asustaron ante el macabro hallazgo que habían realizado y durante unos minutos discutieron sobre los problemas que se les podrían venir encima si contaban lo que habían visto. Al final tomaron la lógica decisión de denunciar los hechos a la Guardia Civil.
Según declaró Aquino:
"Nos fuimos entre Llombay y Catadau que estaba el cuartel, fuimos en mi furgoneta.
Que tardamos en bajar tres cuartos de hora o más.
Que con mi consuegro comentamos que tal y cual, y yo dije, eso tiene que ser la mano del chico aquel que había por la parte de Alicante que se marchó a mediodía. (Se refería a Andrés Mayordomo, un adolescente de la localidad alicantina de Pego que había desaparecido el 1 de enero de ese mismo año y cuyo cadáver apareció meses después). Tiene que ser que a lo mejor ese chico lo han traído aquí. Le han hecho cualquier cosa y lo han puesto ahí. Y él dijo sabe Dios lo que es.
Que ya no abrimos la boca ninguno de los dos.
Que bajé por esa carretera y la conozco bien.
Que la carretera como para subir 5 personas en un coche normal no estaba, porque aquello estaba muy mal, malísimo.
Fuimos al cuartel de Llombay. Nos dirigimos al sargento, a un guardia que había ahí, él llamó al sargento y dijimos que habíamos visto una cosa extraña, como si fuera una mano y un reloj plateado.
Me dijeron que no podían subir, que habían de venir de Alberique o de Alcira, que ellos no tenían vehículo, que con uno que había... y los otros estaban en el mecánico.
Al cuartel llegamos sobre las 11.30 o por ahí.
Llegamos al cuartel y me dijeron que no podía subir porque no habían vehículos. Aguardamos que vinieran de Alcira o Alberique, o un sitio u otro.
Que esperábamos a los guardas, a los otros señores, que ellos no podían subir".
Resultaba absolutamente increíble que en el cuartel de la Guardia Civil de Llombay no hubiera un solo vehículo disponible, lo cual quiere decir que si se hubiera producido cualquier delito, un atraco, un robo, un asesinato, en la localidad de Llombay, en la de Catadau o en cualquier otra de la demarcación de ese cuartelillo, la Guardia Civil no hubiera podido acudir y los delincuentes se habrían dado a la fuga con absoluta impunidad. Además, lo lógico, si es que era cierto que no había ningún vehículo oficial, es que el Comandante de Puesto hubiera utilizado su coche particular para subir a comprobar el hallazgo o, en el peor de los casos, que lo hubiera hecho en la misma furgoneta de los apicultores. Hay que tener en cuenta que los colmeneros no habían ido a denunciar la pérdida de una cartera, sino el hallazgo de un cadáver.
Sin embargo, inexplicablemente, ni hubo vehículo ni lo iba a haber. Los dos colmeneros se sentaron en uno de los despachos del Cuartel y comenzó una tensa y larguísima espera. Los minutos pasaban y Aquino y Sala no entendían cómo podía tardar tanto en llegar un coche desde el cuartel de Alberique o desde el de Alcira, cuando hasta Llombay desde cualquiera de esas dos localidades se tarda menos de veinte minutos.
Sin embargo, les tuvieron más dos horas esperando y al final el vehículo que llegó no fue un Land Rover verde de la Benemérita.
Gabriel Aquino lo declaraba así ante el juez:
"Esperamos aproximadamente hasta las 13,30 horas, momento en el que en un coche negro llegaron dos personas vestidas de particular en un coche negro, de lujo, grande, y fue cuando el sargento me dijo "Gabriel vete con este señor, y que Pepe se quede aquí a aguardar a los que vienen de Alberique o Alcira".
Que esos señores que me dijeron que subiera, no se identificaron. No me dijeron nada, si eran
policías, nada.
Subí con dos señores, y mi consuegro se quedó esperando a que vinieran los otros, porque como no sabían el camino.
A la una y media salimos de Llombay y empezamos a subir a la Romana.
Tardamos en subir unos 3 cuartos de hora o así.
El coche no llevaba ningún distintitivo.
Durante el trayecto estos señores vestidos de calle, no dijeron nada. Iban callados. Yo iba al lado del que iba de chófer y el compañero iba delante, me dijeron siéntese aquí delante y me indicará el camino.
No cambiaron palabra.
Les indiqué el camino. Yo les dije es por aquí.
Les llevé hasta allí, dije dejen el coche aquí, allí no puede subir el coche.
Con el coche nos costó bastante subir. Ibamos en primera poco a poco, y a veces rozando tierra también. No tuvimos que bajarnos, fuimos poco a poco pero llegamos.
Dejamos el coche donde habitualmente se deja. Un poco antes de donde estaba la cosa".
Durante mucho tiempo la personalidad de los dos hombres del coche negro fue un auténtico enigma. Y es que oficialmente, los acontecimientos habían sucedido de diferente manera.
Según el siguiente documento, obrante en el folio 233 del sumario, los dos colmeneros no se movieron del cuartel de la Guardia Civil hasta que llegó el juez, subiendo todos juntos hasta el lugar donde se había producido el hallazgo.
ATESTADO INSTRUIDO POR HALLAZGO DE TRES CADÁVERES
Don Pedro Pretel Martínez, Sargento 1º de la guardia Civil, perteneciente a la 6ª Compañía de la 311ª Comandancia de dicho Cuerpo y en la actualidad prestando sus servicios como Comandante de Puesto de Alberique, por medio del presente atestado hace constar los siguientes extremos:
Que a las 12,15 horas del día 27 del mes de enero de 1.993, se tuvo conocimiento en este Puesto mediante llamada telefónica del Comandante de puesto de la Guardia Civil de Llombay, en el que participaba que sobre las 12,10 horas del mismo día se habían personado en dicho Puesto dos personas, informando de que en la Partida Barranco de la Romana, del término municipal de Tous y demarcación del Puesto de Alberique, habían visto como enterrado en la tierra se observaba la mano de una persona y el reloj de pulsera, seguidamente se puso el hecho en conocimiento del Iltmo. Señor Juez de 1ª Instancia e Instrucción del Juzgado número 6 de Alcira, al tiempo que ponía el hecho en conocimiento de los superiores del Cuerpo, los cuales junto con el Comandante de Puesto que suscribe y la Autoridad judicial anteriormente reseñada, se reunieron el Puesto de la Guardia Civil de Llombay, trasladándose todos juntos al lugar del suceso acompañados por las dos personas que habían descubierto a la víctima.
Y para que conste se extiende la presente Diligencia que firma el Sargento 1º que la extiende y certifica, siendo las 18,00 horas del día 31 de Enero de 1.993.
Sin embargo, en otro documento oficial de la Guardia Civil se afirmaba que había sido el Comandante de Puesto de la Guardia Civil de Llombay la primera persona que había subido, solo, a comprobar si era cierto lo que decían haber visto los colmeneros:
ATESTADO INSTRUIDO POR LOS SUPUESTOS DELITOS DE VIOLACIÓN, ASESINATO, DETENCIÓN ILEGAL, ROBOS Y OTROS DELITOS.
En Valencia, dependencias de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la 311ª Comandancia de la Guardia Civil, a las 2,45 horas del día 30 de Enero de 1.993, el Sargento 1º D. PABLO PIZARRO PLAZA como Instructor y el de igual clase D. JOSÉ MORENO ALEGRE como Secretario, por medio del presente atestado hacen constar:
Que sobre las 13 horas del día 27 de Enero de 1.993, en el paraje conocido como "Barranco de la Romana", del término municipal de CATADAU (Valencia), un apicultor que realizaba su labor observó enterrados restos humanos por lo que dio pronto aviso a la Guardia Civil de Llombay.
Que presentado en el lugar donde aparecían los restos humanos el Comandante de Puesto de la Guardia Civil de Llombay, a la vez que se daba aviso al JUZGADO DE INSTRUCCIÓN nº SEIS de los de ALCIRA (Valencia), se solicitaba la presencia de un Equipo de Policía Judicial de la 311ª Comandancia de la Guardia Civil para que iniciara las diligencias y practicara la inspección ocular.
¿Porqué se quería esconder la verdad? ¿Mentía el colmenero o la Guardia Civil falseaba los documentos?
Lo cierto es que Gabriel Aquino, bajo juramente, siempre declaró que había subido con dos desconocidos en un lujoso coche negro, relatando de esta forma lo que ocurrió una vez que llegaron al lugar de los hechos:
"Que donde estaba, aquellos señores cogieron un macuto uno al cuello, y el otro una bolsa como de zinc y nos metimos dentro los tres, y cuando llegamos ahí, dije mírelo. Y dijeron "si, tiene razón", y dejaron los trastos, tendieron un plástico, sacaron una bolsa con guantes. A mi me dieron unos guantes de esos que llevan los médicos, y dijeron vamos a ver si damos una vuelta, hasta que venga el juez de Alcira.
Que allí no se podía tocar por la radio, ni nada. Ahí no hay cobertura.
Me dieron unos guantes, y me dijeron a mí y al otro compañero y el también, y empezamos a mirar y ahí al lado de la fosa.
Me puse a mirar y no vi objetos ninguno.
Que yo me fui con el más bajo, nos fuimos hacia la izquierda, alante, a donde está allá para la loma, allí mirando, y él se quedó al lado de la fosa y fue cuando se marchó al mismo lado donde aparecieron las chaquetas.
Que estaríamos a unos 40 metros o por ahí de él.
Que nosotros al otro no le veíamos.
Que lo teníamos a la espalda. Que nos llamó y nos giramos y es cuando este señor, uno más alto, ahí al lado había unos matorrales y dijo "ya se quien está aquí. Ya se quien están aquí. Esta chaqueta es la de Antonia y aquí van tres cinturones". Eso lo dijo un señor de los que venían.
Que el citado con anterioridad al ver los objetos dijo que allí se encontraban las niñas de Alcácer relacionándolo por el reloj allí encontrado que identificó como el de Antonia.
Que lo primero que vieron fue una chaqueta tejana, y unos cinturones.
Que esa chaqueta dijo que pertenecía a Antonia.
Lo único que dijo que pertenecía era la chaqueta, dijo "la chaqueta es la de Antonia y esos cinturones es de cada una de las chicas".
Que si, me dijeron que cada uno de los cinturones pertenecía a una de las niñas.
Que el señor de paisano, él dijo que eso era de las niñas de Alcácer, yo dije no puede ser, y él dijo si que es.
Al principio si me pareció extraño que dijera que pertenecía a las niñas, porque aquello fue ya un sobresalto bastante grande.
Que esa cazadora estaba dentro de un matorral muy grande.
Yo estaba lejos cuando la sacó de ahí dentro, porque el se puso a mirar por alrededor.
Que yo no le vi sacarla de ahí.
Que luego sacó las tres cinturones de ahí.
Que yo no le vi sacar los cinturones, nos llamó y nos los enseñó en la mano cuando ya los había sacado.
Que no vi que saliera nada más.
Que aguardamos a que viniera el juez de Alcira".
Según esta declaración de Aquino, uno de los dos desconocidos que habían subido con él encontró, entre unos matorrales que estaban junto al lugar del hallazgo, una cazadora vaquera que, sin ningún género de dudas, reconoció como la que llevaba Toñi Gómez el día que desapareció. Además, realizó otro descubrimiento: escondidos entre los mismos matorrales el desconocido encontró tres cinturones. Curiosamente, a Gabriel Aquino le habían mandado a buscar, nadie sabe el qué, por otra zona en compañía de la otra persona, cuando aparecieron estos objetos.
Sin embargo, Aquino en persona iba a realizar un hallazgo que, posteriormente, tendría una importancia trascendental en todo este caso:
"Que desde que aparecieron esos objetos, apareció un papel detrás.
Que descubrí unos papelitos hacia la parte de atrás.
Que lo encontramos entre el compañero y yo y lo subimos.
Que lo encontramos entre el compañero de paisano, le dije, "mire aquí hay un pequeño papel", y me había dicho que lo que encontramos lo subiéramos.
Que fui yo quién encontró los papeles.
Encontramos dos o tres pedazos de papel y los subimos arriba, y el señor aquel lo limpió o con un pequeño cepillo y con una lupa lo estuvo leyendo. Enrique Anglés ingresó en la Fe (un hospital de Valencia) el día tal.
Que el papel era de Enrique Anglés que ingresó en la Fe el día tal.
Que el papel lo dejaron allí.
Que miramos por ahí, dimos vueltas. No vimos nada más.
Que eso era ya las dos y pico, cerca de las tres de la tarde.
El papel lo vi yo por primera vez, dije mira aquí hay pedazos de papel, y los cogió.
Que los cogió él los papeles cuando le indique donde estaban.
Esos papeles se encontraban a unos 3, o 4 metros a la parte de detrás en dirección a una bajada que había ahí, que hacía forma de un margen.
Que esos papeles no estaban entre las aliagas que habíamos retirado.
Que estaban ahí secos entre las hojas y eso.
Pude leer que era un parte de la Fe, cuando subieron los pedazos de papel, los unieron, los pusieron uno al lado de otro. Delante de mi, que pude leer lo que ponía en el parte".
Parecía inconcebible que un desconocido hubiera entregado unos guantes al colmenero, para que recogiera cualquier cosa que encontrara en torno a la que ya se suponía que podía ser la tumba de las tres niñas de Alcácer. Y mucho más increíble que Gabriel Aquino encontrara un papel con un nombre junto a la fosa. Pero aparentemente era verdad.
Sin embargo, su consuegro José Sala negaría ante el juez todos estos hechos. Parecía como si alguien le hubiera aleccionado para que olvidara que Gabriel había subido antes que llegara el juez. Esta es parte de su declaración:
"Manifiesta que después de poner en conocimiento de la Guardia Civil lo que habían encontrado, volvieron a subir al lugar de los hechos aproximadamente a las 14 o 15 horas en un Land Rover de la Guardia Civil. Quiere hacer constar que en todo momento el declarante y el señor Aquino estuvieron juntos no separándose para acceder al lugar. Que el señor que iba vestido de particular el cual el declarante no podía identificar llegó a la vez que la Guardia Civil al lugar de los hechos. Que este señor no le dio guantes a él, y no recuerda si se los dio al señor Aquino. Que tampoco recuerda si llevaba algún tipo de maletín, que no vio que portaba dicho maletín. Que la Guardia Civil junto con el declarante y el señor Aquino fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos. Que junto con ellos llegó la persona anteriormente citada que no vestía ningún tipo de uniforme.
Que él en el vehículo de la guardia civil junto con ellos fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos. Que también y en otro vehículo acudió al mismo instante y a la vez que el declarante el juez de instrucción. Que no puede precisar quién encontró ni cómo encontró los cinturones ni la cazadora. Que le consta que se encontró un escrito con el nombre de Enrique Anglés pero desconoce quién lo encontró. Que en todo momento estuvo con el señor Aquino y no vio que éste en ningún momento buscara algún objeto o prenda. Que el señor Aquino nunca le ha manifestado que fuera él el que encontrara el escrito referenciado".
Parecía que había un gran interés en demostrar que los dos colmeneros habían subido juntos en un Land Rover de la Guardia Civil, en compañía del juez.
Cada uno de los colmeneros había declarado una cosa y, evidentemente, solo uno de ellos podía estar diciendo la verdad. Para averiguarlo, el juez que les tomó declaración ordenó un careo entre ambos, es decir, ponerlos frente a frente para comprobar quién estaba mintiendo. Y este fue el resultado:
"Tras ser informados de su obligación de ser veraces y de las penas con que el Código Penal castiga el delito de falso testimonio en causa criminal y leídas las contradicciones advertidas por S.Sª, se concede la palabra a D. Gabriel Aquino el cual en relación a la disconformidad existente en cuanto a las personas que subieron en primer lugar al lugar de los hechos, el vehículo en el que lo hicieron, las personas que le acompañaban y la hora en que ocurrió, éste se mantiene firme en sus manifestaciones. Concedida la palabra a D. José Sala, manifiesta: que cabe la posibilidad de que esté confundido y que el señor Aquino González subiera con anterioridad a que él lo hiciera".
Estaba claro que Gabriel Aquino era quién decía la verdad. Él había subido primero junto a dos desconocidos, le habían dado unos guantes, uno de sus acompañantes encontró una cazadora y tres cinturones y él había descubierto unos papelitos con un nombre.
Pero, según el colmenero Aquino, aún habrían de llegar más personas al lugar antes de que lo hiciera el juez.
" Que esperamos, que subieron ahí un teniente, un capitán y luego el juez de Alcira.
Que subió un teniente y luego detrás un capitán.
Que iban los guardias con los chófers que iban con ellos.
Que habría 3 o 4 guardias.
Que el capitán llevaba un coche y el teniente otro coche.
Que claro llevarían alguna guardia. Allí había 4 o 5 guardias aparte del capitán y el teniente.
Que estaban allí comentando que si eran las chiquillas, y yo dije "no puede ser que sean ellas", y el capitán que es bajete, con 33 años creo que tenía, y dijo, "sí, porque estos cinturones me vienen a mí, y yo tengo el cuerpo bastante pequeño y esos cinturones son de las chiquitas".
Que primero subió el teniente, luego el capitán, no recuerdo ahora, y luego subieron unos, y luego subió otro.
Que el teniente subió sobre las 3 o por ahí.
Que mientras no vino el juez estábamos hablando y mirando de aquí para allá.
Que cuando vino el teniente y el capitán pasó dos horas, hora y media.
Que durante ese tiempo no vimos nada. Estuvimos por ahí aguardando a que subiera el juez de Alcira.
Que hablaban de esto y lo otro, pero nada, esperar a que viniera. Porque aun se bajó uno de los guardias a buscar al juez de Alcira.
Que el papel se quedó allí.
Que se referían a las niñas y a otras cosas también".
Según declaró Gabriel Aquino bajo juramento, mientras él y sus dos misteriosos acompañantes se dedicaban a rebuscar por los alrededores, al cabo de casi dos horas, llegaron hasta el lugar dos vehículos oficiales de la Guardia Civil. Lo hicieron por separado y llevaban uno al Capitán del Cuartel de Sueca, el Capitán Anta, y el otro a un Teniente.
Lo más extraño era que nunca se ha sabido como esos dos vehículos fueron capaces de llegar hasta ese perdido lugar sin ser guiados por nadie. Pero, en su interior únicamente viajaban guardias civiles. ¿Cómo lograron encontrar el sitio los conductores de estos dos vehículos?
Finalmente, la Guardia Civil reconoció oficialmente que eran miembros del Cuerpo los desconocidos que habían subido junto con Gabriel Aquino hasta la fosa. Sin embargo, según consta en el siguiente documento, no habían sido dos sino tres las personas que acompañaron al colmenero. Además, no sólo habían encontrado una chaqueta, tres cinturones y un papel, sino bastantes objetos más, todo ello antes de la llegada del juez:
DILIGENCIA DE INSPECCIÓN OCULAR
En UNIDAD ORGÁNICA POLICÍA JUDICIAL, a las 12,15 horas del día 1 de FEBRERO de 1.993, por los Guardias Civiles, pertenecientes a la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la 311ª Comandancia de la Guardia Civil de Valencia, D. VICENTE RIVAS NIETO y D. PEDRO CANO NORTES, especialistas en Fotografía y Delineación y Técnica Policial y Dactiloscopia, encontrándose todos Diplomados en Policía Judicial por el Centro de Estudios Judiciales del Ministerio de justicia y el guardia Civil D. RAÚL MARTÍN GONZÁLEZ, por la presente diligencia de Inspección Ocular hacen constar:
Que a las 13,00 horas del día 27 de Enero de 1.993, reciben comunicación interna por medio de la Central Operativa de Servicios, de que se trasladen a la localidad de LLOMBAY (Valencia).
Una vez entrevistados con el Oficial al mando de la Compañía de la Guardia Civil, a la que pertenece el Puesto de Llombay, son informados de que en un monte, han aparecido restos humanos, circunstancia que motiva el desplazamiento al lugar, donde son guiados, por el apicultor que descubrió el cuerpo, comprobando la veracidad del hallazgo, a las 14,15 horas.
Al lugar se accede desde la población de Catadau por un camino de riego asfáltico y recorridos unos 8 a 10 km., continúa el mismo sin asfalto, siendo éste de difícil viabilidad para turismos que carezcan de tracción a las cuatro ruedas, recorridos 5 a 7 km. por el camino se llega a un punto donde el acceso con vehículos no es posible por no haber camino. Continuando unos 70 metros a pie se llega al lugar (foto número 1), donde se observa un reloj de pulsera y huesos. (foto número 2).
EXAMEN DE LAS PROXIMIDADES
Al ser los componentes de Policía Judicial los primeros en llegar al lugar de los hechos, y en espera de la presencia Judicial, se procedió a reconocer las inmediaciones, en busca de indicios, obteniéndose:
NÚMERO UNO DEL PLANO. Lugar donde aparece troceada, entre la maleza, una orden judicial, en la que aparece escrito el nombre ANGLES MARTINEZ EN. y su DOMICILIO C/ Camí Real 101, de la localidad de CATARROJA (Valencia). Pieza de convicción número Y UNO, así como una hoja de URGENCIAS del HOSPITAL LA FE con fecha 4-05-1992, a 1,09 horas y a nombre de ANGL MARTINEZ nacido 25-07-66, la cual se adjunta como pieza de convicción número I DOS.
NÚMERO DOS DEL PLANO. Lugar donde aparecen escondido entre la maleza y a unos tres metros de la fosa, donde empieza el desnivel del terreno, la siguiente relación de objetos:
Una funda negra conteniendo prismáticos marca TASCO 8x21 con el número 16622.
Un cinturón de tela beig
Un cinturón de cuero marrón
Un cinturón de cuero negro, con remaches metálicos plateados.
Un guante de tela azul
Un par de calcetines color Burdeos
Un calcetín de sport color blanco.
Una máquina de juego portátil, marca HIGH WAY.
Una caja de plástico blanca conteniendo tiritas.
Una caja con la inscripción ZANTAC, conteniendo comprimidos.
Un frasco de líquido para ahuyentar los insectos AUTAN.
Un bote de espuma moldeadora.
Un bote de laca marca SUDANESA.
Algodón.
Dos sobres unidos de URBAL suspensión.
Folleto de instrucciones de un radio cassette, modelo CONTROLS AND FEATURES de la marca GENERAL ELECTRIC.
Un tubo de crema colorante IMEDIA COLLECTION de la marca L'OREAL.
Una cuchara de plástico blanca rota.
Fotografías números DIEZ, ONCE, DOCE Y TRECE.
NÚMERO TRES DEL PLANO. A unos 15 metros de la fosa y en dirección a la senda que accede al camino, se encuentra una cazadora vaquera de las llamadas lavada a la piedra de la marca LIBERTO BUENOS. Fotografía número CATORCE.
NÚMERO CUATRO DEL PLANO. A unos 20 metros y casi en el centro de la explanada, se encuentra una camiseta tipo sudadera con un dibujo en la parte delantera que representa unas zapatillas y palos de golf. Fotografía número QUINCE.
NÚMERO CINCO DEL PLANO. Casas abandonadas donde se encuentran diversos objetos y que están situadas a unos 300 metros de la fosa, junto al Barranco de la Romana, vertiente Oeste del plano.
NÚMERO SEIS DEL PLANO. Montón de tierra situado a 1,50 metros de la fosa, dirección Este del plano. Fotografía número NUEVE.
NÚMERO SIETE DEL PLANO. Cinta de cassette de Antonio Machín, hallada donde se dejaban los vehículos, distante de la fosa unos 80 metros. Fotografía número DIEZ y ONCE.
NÚMERO OCHO DEL PLANO. Adhesivo del carenado de motocicleta, con la inscripción 600 Super SP localizado en el centro de la explanada, dirección Sur del plano. Pieza de convicción 17 B.
NÚMERO NUEVE DEL PLANO. Lugar donde aparece un adhesivo de motocicleta, con fondo negro y letras blancas con una letra partida, al parecer B y una R, localizado en el plano a unos 20 metros de la fosa dirección Oeste, próximo al camino que conduce a las casas marcadas con el número 5 en el plano. Muestra número 16 B.
Gabriel Aquino siempre ha jurado que únicamente fueron dos las personas que subieron con él. Sin embargo, si nos atenemos al documento anterior oficialmente fueron tres. Tres guardias civiles, que pertenecían al Grupo de Policía Judicial de la Guardia Civil, con sede en el Cuartel de Patraix en la capital valenciana.
Inconcebiblemente, ningún miembro de los cercanos cuarteles de Llombay, Alberique o incluso de Sueca, que cuenta igualmente con Grupo de Policía Judicial (especialistas que suelen ir de paisano), subió hasta La Romana para comprobar que era lo que habían visto Aquino y Sala. ¿Por qué?
Nadie sabe que ocurrió entre las once y media de la mañana, hora en la que los dos colmeneros llegaron al Cuartel de Llombay y contaron lo que habían visto, hasta que a la una de la tarde alguien toma finalmente una determinación. Porque, oficialmente, esa es la hora en la que se avisa a Vicente Ribas Nieto, Raúl Martín González y Pedro Cano Nortes para que se desplacen hasta el Cuartel de Llombay. Estos tres guardias civiles reciben la llamada a través del COS (Central Operativa de Servicios), que viene a ser una especie de Sala del 091 de la Policía versión Guardia Civil, es decir, el lugar donde se reciben todas las llamadas y desde donde se transmite por radio a las diferentes Unidades para que se desplacen a tal o cual lugar.
¿Qué ocurrió durante esa hora y media de espera? ¿Porqué no había ninguna prisa y sin embargo se avisa a tres especialistas de la capital que se encontraban en la otra punta de la provincia, concretamente en Náquera? ¿Porqué tenían que ser concretamente estos tres guardias los que subieran en primer lugar? ¿Sospechaba la Guardia Civil que podía tratarse de las "niñas de Alcácer" pese a que los colmeneros contaron que habían visto un reloj y un puño de hombre?
Sea como fuere, Rivas, Martín y Cano dejaron lo que estaban haciendo en Náquera (enseñar fotografías de sospechosos a los empleados de una sucursal bancaria que había sido atracada días antes) y se dirigieron en un coche camuflado hasta Llombay. Recogieron a Gabriel Aquino en el cuartelillo y subieron hasta el lugar del hallazgo. Una vez allí, mientras esperaban la llegada del juez, se dedicaron a rebuscar por los alrededores de la fosa y todo aquello que encontraban lo iban juntando en un montón. Extrañamente, y pese a que llevaban equipo fotográfico, no hicieron ni una sola fotografía de ningún objeto en el lugar donde se encontró. Ribas, que era el encargado de las fotos, debió decidir que era más fácil colocarlos todos juntos para fotografiarlos.
Además, hubo varios detalles en estos tres guardias que llamaron poderosamente la atención. El primero de ellos es que reconocieran, sin lugar a dudas, el reloj que afloraba de la tierra como perteneciente a una de las niñas, concretamente a Toñi, sin haberlo visto nunca con anterioridad, ya que no aparecía en ninguna de las fotografías que la familia facilitó a la Guardia Civil para ayudar en la búsqueda. Igualmente sorprende que supieran que la cazadora encontrada era también de Toñi, algo que además no era cierto, como poco después se comprobaría. ¿Porqué tenían tan claro que eran las "niñas de Alcácer"? Alguien puede pensar pues porque encontraron también tres cinturones. Pues bien, ninguno de esos cinturones era de ellas. Además, y los especialistas tendrían que saberlo, el día que Miriam, Toñi y Desirée desaparecieron, solo dos de ellas llevaban cinturón.
Igualmente, resultaba bastante difícil de explicar que Gabriel Aquino no se diera cuenta de que además de los cinturones y la cazadora estos tres guardias civiles encontraron 20 objetos más mientras estaban allí arriba con él. Algo que sin duda parece imposible, sobre todo si tenemos en cuenta que en el mismo lugar donde apareció la chaqueta y los cinturones había otros 16 objetos más. Todos juntitos, como si alguien hubiera querido que los encontraran allí.
Y otro extraño detalle más: no había aparecido un papel con un nombre, sino dos. Los dos partidos en pedazos, por lo que era imposible que se hubieran caído, en un descuido, del bolsillo de alguien. Nadie lleva papeles rotos en el bolsillo. Aparentemente, la persona que había enterrado esos restos humanos, había cogido dos papeles en los que aparecían su nombre, apellidos y dirección, los había partido en pedazos -teniendo sumo cuidado en que se leyeran claramente sus datos- y los había tirado junto a la fosa. ¡Increíble!
Pero, lo más sorprendente de todo es que cuando se les mostró a los dos colmeneros las fotografías realizadas por la Guardia Civil de los restos que aparecieron, Aquino y Sala dijeron bajo juramento que eso no era lo que ellos habían visto:
Gabriel Aquino: Preguntado en relación con los restos que vio desde un principio y exhibido que le es la fotografía obrante al folio 315 de las actuaciones manifiesta: que la fotografía no refleja exactamente lo que él pudo apreciar puesto que solo vio el reloj aclarando que le pareció de hombre y como un puño humano semi-enterrado. Que en ningún caso vio el hueso que unido aparece reflejado en la citada fotografía. Que esos huesos yo no lo vi, no. Lo que vi saliendo es así, lo que se veía era mano, no huesos. Pero ese hueso y además todo esto no.
José Sala: Exhibidas que le son las fotografías que aparecen a los folios del 307 hasta el 316 manifiesta: que el hueso que aparece reflejado en la fotografía él no pudo apreciarlo en ese momento y a partir del reloj y después de la muñeca no había ningún hueso ni tipo de resto humano.
¿Cómo podía ser posible que las fotografías no reflejaran lo que habían visto los colmeneros? ¿Manipuló alguien la fosa antes de la llegada del juez?
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