Crónicas del mal
Mientras tanto, por toda Ruanda: asesinatos, asesinatos, asesinatos, asesinatos, asesinatos, asesinatos, asesinatos, asesinatos, asesinatos...
Un libro triste que he leído en un sitio triste. Puede parecer una redundancia insólita, casi masoquista, pero a lo mejor sólo en un sitio tan desolado como la planta novena del Hospital del Vall d' Hebron se puede apreciar de verdad esta crónica del mal que esQueremos informarle de que mañana seremos asesinados junto con nuestras familias (1999) del escritor y periodista norteamericano Philip Gourevitch. No lo se. El destino o la perra vida también juegan sus cartas, así que permítanme hoy ser pesimista sobre la realidad de la existencia y sobre la naturaleza del alma humana. De lo primero tengo pruebas de primera mano, de lo segundo Philip Gourevitch se encarga de presentárnoslo en este libro. No era mi fortaleza lo que necesitaba cuidados sino mi imaginación, afirma Marlow en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Es decir, ¿cómo seguir viviendo después de haber visto el horror?, que diría Kurtz.
Y como la visión del horror desde la lejanía resulta incomprensible,Gourevitch viaja a África Central para intentar encontrar un sentido o una enseñanza a los hechos que tuvieron lugar en Ruanda en la primavera de 1994: el asesinato de casi un millón de tutsis en sólo cien días. Según las cifras más optimistas 800.000. Es decir, 333, 3 asesinatos por hora. Cinco vidas y media segadas por minuto. Añadamos a esto la lista de heridos y mutilados, y la violación sistemática de mujeres tutsis. Y todo esto con una tecnología basada en el machete. Las matanzas masivas más eficaces desde los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Dijo Yosef Stalinque la muerte de una persona era una tragedia, pero que la muerte de un millón era estadística. No cree en esta afirmación el escritor de Filadelfia y para eso escribe esta obra inmensa, completísima y desolada, para buscar una explicación al mal, aunque al final sus páginas estén más llenas de preguntas que de respuestas.
Sin embargo, no podemos decir que Queremos informarle... sea un estudio incompleto, al contrario, Gourevitch analiza la cuestión desde todos los prismas, pasando por la época precolonial, el mito antropológico camítico que se desarrolló radicalmente bajo la dominación belga, la revolución hutu de 1959, la crisis económica de los años 80, la guerra contra el FPR (Frente Patriótico Ruandés), el Poder Hutu, la importación masiva de armas, el adiestramiento para la masacre, la propaganda política, el genocidio de la población tutsi y la indiferencia de la llamada comunidad internacional. Éstos y otros temas que, a pesar de todo, no dan respuesta a nuestra ansia de comprender, quizás porque no hay nada que comprender, porque el mal existe y está hecho de nuestra misma sustancia, nos es innato, natural, inaprensible. Escribió Manuel Vázquez Montalbán que el Bien no se sabía si existía, pero que el Mal, desgraciadamente, sí existe. Y así es, lo que pasó en Ruanda es un ejemplo de ello.
Después del Holocausto la comunidad internacional se comprometió a no volver a permitir un genocidio, pero la historia desde 1948 hasta nuestros días ha convertido esto en papel mojado, en un compromiso vacío de contenido.
Queremos informarle... analiza los entresijos de un nuevo genocidio, uno de esos que pasan en África, y que, por lo tanto, son fácilmente olvidados. Una radiografía desoladora del alma humana, un vistazo al infierno en la tierra.
Y como la visión del horror desde la lejanía resulta incomprensible,Gourevitch viaja a África Central para intentar encontrar un sentido o una enseñanza a los hechos que tuvieron lugar en Ruanda en la primavera de 1994: el asesinato de casi un millón de tutsis en sólo cien días. Según las cifras más optimistas 800.000. Es decir, 333, 3 asesinatos por hora. Cinco vidas y media segadas por minuto. Añadamos a esto la lista de heridos y mutilados, y la violación sistemática de mujeres tutsis. Y todo esto con una tecnología basada en el machete. Las matanzas masivas más eficaces desde los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Dijo Yosef Stalinque la muerte de una persona era una tragedia, pero que la muerte de un millón era estadística. No cree en esta afirmación el escritor de Filadelfia y para eso escribe esta obra inmensa, completísima y desolada, para buscar una explicación al mal, aunque al final sus páginas estén más llenas de preguntas que de respuestas.
Sin embargo, no podemos decir que Queremos informarle... sea un estudio incompleto, al contrario, Gourevitch analiza la cuestión desde todos los prismas, pasando por la época precolonial, el mito antropológico camítico que se desarrolló radicalmente bajo la dominación belga, la revolución hutu de 1959, la crisis económica de los años 80, la guerra contra el FPR (Frente Patriótico Ruandés), el Poder Hutu, la importación masiva de armas, el adiestramiento para la masacre, la propaganda política, el genocidio de la población tutsi y la indiferencia de la llamada comunidad internacional. Éstos y otros temas que, a pesar de todo, no dan respuesta a nuestra ansia de comprender, quizás porque no hay nada que comprender, porque el mal existe y está hecho de nuestra misma sustancia, nos es innato, natural, inaprensible. Escribió Manuel Vázquez Montalbán que el Bien no se sabía si existía, pero que el Mal, desgraciadamente, sí existe. Y así es, lo que pasó en Ruanda es un ejemplo de ello.
Después del Holocausto la comunidad internacional se comprometió a no volver a permitir un genocidio, pero la historia desde 1948 hasta nuestros días ha convertido esto en papel mojado, en un compromiso vacío de contenido.
Queremos informarle... analiza los entresijos de un nuevo genocidio, uno de esos que pasan en África, y que, por lo tanto, son fácilmente olvidados. Una radiografía desoladora del alma humana, un vistazo al infierno en la tierra.
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