Una madre portadora del VIH soluciona un terrible dilema
Neri, madre de tres niños y portadora del VIH, enfrentaba hasta hace poco un terrible dilema: darle de comer a sus hijos o alimentarse ella. Su situación era insostenible y pudo haber muerto de no ser por los alimentos que recibió como parte de su tratamiento. Hoy se siente fuerte, capaz de cuidar a su familia y de celebrar el Día de la Madre.
EL PROGRESO –Cuando Neri, de 28 años, llegó por primera vez al Centro de Atención Integral (CAI) en 2009, solo pesaba 37 kg (82 libras). “Ese fue un momento muy difícil para mí”, dijo esta madre de tres hijos, que fue diagnosticada con el VIH hace cuatro años. “He estado trabajando para una señora haciendo tortillas por 60 lempiras (3 dólares EE.UU.) por día”, agregó.
Aunque El Progreso es una ciudad pobre en crecimiento, Neri no ganaba lo suficiente para mantener a su familia. Con tan poco dinero para comprar comida, a menudo tenía que decidir entre alimentar a sus hijos y alimentarse ella.
“Yo sabía que si no comía, las medicinas antirretrovirales me afectarían, pero no podía escuchar a mis hijos llorar porque tenían hambre”, contaba Neri. Para ella, lo peor de todo este dilema era saber que si no comía iba a morir y sus hijos quedarían huérfanos.
Afortunadamente encontró una salida a su dilema. En el CAI, su tratamiento también incluía raciones de alimentos nutritivos proporcionados por el PMA.
Afortunadamente encontró una salida a su dilema. En el CAI, su tratamiento también incluía raciones de alimentos nutritivos proporcionados por el PMA.
Una situación difícil
Como madre soltera en uno de los países más pobres de América Central, la vida de Neri ya era bastante difícil incluso antes de que comenzara a mostrar síntomas del VIH. Aunque trabajaba 10 horas al día, Neri apenas ganaba lo suficiente para sobrevivir y criar a tres niños.
Como madre soltera en uno de los países más pobres de América Central, la vida de Neri ya era bastante difícil incluso antes de que comenzara a mostrar síntomas del VIH. Aunque trabajaba 10 horas al día, Neri apenas ganaba lo suficiente para sobrevivir y criar a tres niños.
“Cada día me debilitaba más y más, y me sentía más enferma. Si las cosas hubieran seguido así, no creo que estaría aquí”, dijo Neri.
A pesar de que Neri prefirió sacrificarse y darle de comer a sus hijos, los pequeños mostraron signos evidentes de desnutrición. Cuando llegó al CAI, el hijo menor de dos años, llamado Nelson, pesaba sólo 8 kg (18 lb).
Desde entonces, toda la familia se ha recuperado. Hoy Neri pesa 136 libras y sus hijos tienen un peso normal para su edad. Con nuevas fuerzas y salud, Neri decidió buscar un mejor empleo. Ahora trabaja en un restaurante que le paga más y le da tiempo libre cuando tiene que visitar el centro de salud para el tratamiento.
Un problema común
El hambre provoca innumerables riesgos para la salud, pero cuando se combina con el VIH puede resultar mortal. Según los expertos, los portadores de VIH con bajo peso tienen seis veces más posibilidades de morir.
El hambre provoca innumerables riesgos para la salud, pero cuando se combina con el VIH puede resultar mortal. Según los expertos, los portadores de VIH con bajo peso tienen seis veces más posibilidades de morir.
Esto se debe a que sus cuerpos no pueden absorber el tratamiento antirretroviral, que frena el avance del VIH, sin una adecuada nutrición. Cuando el hambre y el VIH se combinan, crean un círculo vicioso que reduce los ingresos y empeora la salud
Eso se debe a que sus cuerpos no pueden absorber los medicamentos antirretrovirales, lo que ralentiza el virus, sin la nutrición adecuada. Juntos, el hambre y el VIH acaban creando un círculo vicioso que reduce los ingresos y empeora la salud, y del cual es difícil escapar sin ayuda.
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